Realidad y su trasformación a partir de la significación en el Teatro.
“Podemos tener diferencias en cuanto a en qué grado o en qué forma el teatro debe expresar la realidad, pero que debe hacerlo de alguna manera es algo que está claro. Los grados van desde el hiper-realismo, pasando por el realismo, hasta lo más simbólico como expresión teatral.” (NOGERA; 1987:79).
A primera vista se nos hace obvio el hecho de que el teatro tiene la capacidad de mostrase desde todos estos puntos de vista, pero mi análisis hará referencia a aquel que recoge y explota los signos; el teatro que se construye a partir de estos y que los hace suyos en una nueva realidad representativa. Es indiscutible el hecho de que estos signos siempre serán, de una u otra forma, extraídos de una realidad tangible y cognoscible, pero el hecho interesante será la capacidad teatral (a través de la significación) de transformarlos y darle quizás, nuevos sentidos, así como nuevas referencias. Y para poder expresar de mejor forma esta tesis, daré una definición se signo: ”Un signo es un elemento que representa a otro; por ejemplo, una palabra representa al objeto que nombra. Un signo siempre consta de dos partes: una material, perceptible por los sentidos, a la que llamamos significante, y otra inmaterial, psíquica, conceptual, a la que llamamos significado….En el arte teatral el signo se manifiesta con la mayor riqueza, variedad y densidad. En una representación teatral todo se convierte en signo, todo adquiere significado. (KOWZAN;1997: Capítulo: El signo del teatro.)
Y he aquí la importancia de considerar el signo, como parte de la realidad, aplicada en el quehacer teatral, el destacar que el teatro desde este punto de vista se entiende como una especie de reducción o más bien de resumen de la realidad. Está claro que una representación teatral, no podrá nunca (aunque ese sea su objetivo) abarcar todos aquellos aspectos de la realidad que está mostrando, si no que, se tendrá que llevar a cabo un proceso de selección, a partir de qué es lo que se quiere mostrar, y es acá en donde aparece, la necesidad de saber qué signos de esa realidad serán rescatadas, para poner en escena. Y es esto mismo, lo que realizamos a la hora de representar nuestro lugar de observación, (en mi caso la casa de acogida de indigentes). Una vez que fuimos un par de veces, tuvimos que empezar a reflexionar, que cualquier cosa que reasentaríamos iba a significar algo y adquiriría un nuevo valor, y no sólo para nosotros, si no, que también uno nuevo para los espectadores. He aquí una segunda característica que adquieren los signos en el teatro, no sólo hay que considerar que todo significa algo, si no que, aquello que significa para mí como actor, director o guionista, no siempre es lo mismo que significará para un espectador, y es quizás esta la riqueza o la debilidad (como quiera ser vista) que adquiere el teatro en términos de su valor significativo: El que una misma realidad, es vista, desde diferentes ángulos y cobra vida de distintas maneras según el observador, esto también lo explica Noguera refiriéndose al teatro realista: ”EL concepto de realismo es actualmente lo suficientemente amplio, y caben dentro de él muchísimos puntos de vista y formas de expresión.”(NOGERA; 1987:82)
Sin duda, ya pareciese quedar claro qué es un signo, pero ¿De qué forma se hace presente en el arte y específicamente en el teatro?, quizás acá aparezca un par de aclaraciones: “Un signo es un elemento que representa a otro; por ejemplo, una palabra representa al objeto que nombra. Un signo siempre consta de dos partes: una material, perceptible por los sentidos, a la que llamamos significante, y otra inmaterial, psíquica, conceptual, a la que llamamos significado…””…En el arte teatral el signo se manifiesta con la mayor riqueza, variedad y densidad. En una representación teatral todo se convierte en signo, todo adquiere significado.” (KOWZAN; 1997: Capítulo: “El signo del teatro.”)
Lo que quiero exponer acá es que es el teatro quizás el arte que juega o más bien trabaja con el mayor número de elementos significantes y es por esto que no es sólo egocentrismo e idolatría hablar del teatro en estos términos: “El teatro es un dominio privilegiado para el estudio de la representación y la significación, porque entran en juego por una parte diferentes sustancias significantes: objetos, vestuarios, la palabra misma, etc. (Álvarez San Agustín; 1982: 103). Claro está que todo va adquiriendo significación, desde el guión o texto dramático, los actores, sus movimientos, sus gestos, sus voces, las luces, la música, la escenografía, el vestuario, el maquillaje, la utilería, etc. Es el arte teatral el que pone en palestra un sinfín de unidades significantes, que se logran manifestar de forma autónoma, pero a la vez en conjunción, para lograr el objetivo primordial: representar una realidad.
Es a partir de esta última premisa de donde nace una interrogante ya hecha por muchos que involucrará la relación entre la realidad, el teatro y la significación: “Vamos a plantearnos si el teatro es una mera imitación de la realidad o algo más, si debemos ver en él una simple e inocente reproducción de situaciones y acontecimientos exteriores o una cosa nueva, creadora, trasformadora de esa misma realidad.” (Álvarez San Agustín; 1982: 100) Desde mi punto de vista, la respuestas es clara: El teatro, adquiere su capacidad creadora, y trasformadora, en parte, gracias a los signos que utiliza, el poder que tiene de rescatarlos de la realidad, y exponerlos, desde su modo y su visión, hace que esta realidad, deje de ser solamente una representación y traducción y pase a ser una especie de metáfora, de nueva lectura, de reinterpretación, en fin, es gracias a los signos que el teatro crea un nuevo lenguaje. En conclusión es esta la riqueza del arte dramático, el poder creativo y significativo que tiene, el ser capaz de tomar hechos y acciones pertenecientes al ámbito de la realidad, y llevarlos a otro ámbito al ámbito de la ficción, y en este sentido, esta quizás sea la nueva esencia del teatro contemporáneo, que cada vez se aleja más de toda estas antiguas concepciones de un teatro realista que busca asemejarse lo más posible a la realidad y de ahí crear un discurso crítico y representativo, en el fondo un teatro naturalista, que busca ser lo menos ilusorío y poético. Es fundamental hecho de abrir esa concepción y mirar al teatro, como algo más que representación de una realidad, si no como, una trasformación de esta, apartir de lo que nos entrega, los signos. Un ejemplo de esto sería el signo de la muerte, es decir, hay muchas obras que toman como elemento extraído de la realidad, el concepto o idea de muerte, pero una vez que este es “manipulado” por el teatro, ¿sigue significando la misma y exacta muerte que significa en aquella realidad de la cual se extrajo? , y es esto, lo que debemos entender, esa muerte, una vez que fue se hizo presente en una realidad teatral, cobre nuevos sentidos, nuevas formas y métodos, existen traducciones, de aquel hecho, la muerte deja de ser lo que realmente es, y pasa a convertirse en un signo nuevo, con nuevos significados, nuevos símbolos que se agregan primero una si es que se escriben , luego una vez que el director lo dirige, después una vez que el actor lo interpreta y por último cuando el espectador lo vivencia. Por lo tanto esa muerte, por más que se haya trabajo con el mismo significado que tenía en la realidad, no puede escapar de todos aquellos nuevos valores y significados que se le agregan en el quehacer teatral. Por último debemos entender que la muerte no fue lo mismo para García Lorca, que para Shakespeare y menos para Sófocles, a pesar de que el concepto es el mismo: La muerte.
Bibliografía
1.-Nogera, Hector; Articulo: “La observación-imitación: Punto de partida de lo teatral.”, En la Revista: Apuntes de Teatro N°95; de la Universidad Católica de Chile, Santiago; 1987.
2.- KOWZAN, Tadeusz; “Teoría del teatro”; Editorial Arcolibros S.L., Madrid; 1997.
3.-ALVAREZ SAN AGUSTÍN, Alberto; Representación y Significado en el teatro: Lectura de “El concierto de San Ovidio”; en la Revista de la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo; Asturias; 1982.
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